lunes, 29 de abril de 2013

“Organiza tu vida con lo que tienes, no con lo que te falta”

El Jardín Oculto



El Jardín Olvidado es el último libro que he terminado de leer, me lo regaló mi amiga Olga por mi cumpleaños. Kate Morton, nos cuenta una historia que se desarrolla a principios del siglo XX y como dos mujeres (abuela y nieta) años después, van tirando del hilo hasta descubrir los secretos que custodia El Jardín Olvidado.  Es interesante, y el hecho de que sea previsible a ratos, no le resta interés, puesto que quieres confirmar la veracidad de lo que intuyes . . . 

Hay muchos pasajes del libro que te hacen pensar, muchos momentos que te dejan sabor agridulce, otros directamente amargo. Y desde luego, despiertan en ti las ganas de viajar a Cornualles.

Mientras iba leyendo fui destacando algunas frases que me impresionaron especialmente, unas por su precisión descriptiva, otras por la profundidad del sentimiento descrito, otras porque alborataron mis recuerdos y algunas, porque expresan cosas con las que concuerdo plenamente, pero no voy a deciros a que categoría pertenece cada una de ellas. Pero si alguna os remueve algo, u os deja con ganas de pensar al respecto, me doy por satisfecha . . .

     “Durmió como los muertos, oscuramente y sin sueños.” 

     “Las personas más felices son las que están ocupadas, porque sus mentes no tienen tiempo para pensar en preocuparse.”  


     “-No debes esperar que alguien venga a rescatarte- continuaba Madre, con mirada perdida-. Una niña que espera que la rescaten nunca se salvará a sí misma. Incluso aunque tenga los medios, descubrirá que le falta valor. No seas así, Eliza. Debes encontrar tu valor, aprender a rescatarte, no depender de nadie.” 

     “El néctar de la juventud desapareciendo como por un colador cuyos agujeros se hacían cada vez más grandes.  así se volvió enemigo el amigo.”

     “Todos somos únicos, sólo que nunca como nos imaginamos.”


     “Algo en Christian hacía que volviera a sentirse como si tuviera trece años. Y era un sentimiento tan fresco, tan nostálgico."

     “Organiza tu vida con lo que tienes, no con lo que te falta."




       EL JARDÍN OLVIDADO       -          KATE MORTON

      Suma de letras (Santillana Ediciones Generales SL) – 2010

jueves, 18 de abril de 2013

30 años fumando, 30 meses sin fumar


¡Con más gloria que pena!


Hoy es día de celebrar, de compartir alegrías y ayudar a decidirse a los que todavía os lo pensáis: hoy 18 de abril de 2013, hace 30 meses que no fumo, si, dos años y medio, y a fecha de hoy tengo muy claro que es el mejor regalo que me he podido hacer a mí misma, porque fue mi regalo de cumpleaños de 2010. 

Lo primero, es decir, que la receta infalible para dejar de fumar es sólo una:

“QUERER DEJARLO”.

Todo lo demás, tiene mucha importancia, pero son sólo ayudas, apoyos, estímulos, argumentos, razones, que debidamente combinadas en las proporciones correctas, las que a cada uno convengan, darán el cóctel perfecto.

Dejar de fumar ha beneficiado muchas áreas de mi vida:

La salud. Da gusto nadar, o subir cuestas en el campo o escaleras en el metro sin ahogarte a la primera de cambio. La piel, las uñas, los dientes, el olfato, el gusto se benefician inmediatamente y todo ello sin necesidad de echar un vistazo a las radiografías de tus pulmones, son beneficios inmediatos que aprecias desde el primer día.

La higiene. Yo, fumaba en casa, aunque sólo en algunas piezas, ni en los dormitorios, ni en el baño, pero sí en el salón y en la cocina, como la mayoría… ¿os habéis fijado en el trapo blanco de limpiar los cristales del salón cuando fumáis allí, si, esas horribles manchas amarillas, pues si se ponen así los cristales a distancia, nuestros pulmones, nuestros ojos, nuestra piel, que está tan íntimamente cerca . . .  las cortinas, la pintura, las tapicerías. Y que decir si además fumáis en el coche, no voy a entrar en detalles, TODOS sabéis de que estoy hablando y no hay porqué ponerse excesivamente desagradable. ¿Y la ropa? Los abrigos, chaquetas, guantes, las briznas de tabaco en los bolsos y bolsillos . . .

La economía. Aunque os parezca un planteamiento sólo material, no lo es. No se trata de lo que te ahorras, que también es una opción, si no de los nuevos destinos a los que dedicas ese dinero que ya no quemas. En mi caso, algo de depilación definitiva, algún SPA, algún podólogo de más y sobre todo mis deseadas clases de brasileiro, cosas que de otra manera no me podría pagar o que me daría cargo de conciencia gastarme el dinero en eso. A la vista está que no es un resultado sólo material, me quito algo que me perjudica y lo sustituyo por algo que me hace bien, y que además me hace feliz.

Las dependencias. Para las personas que nos pasamos la vida procurando preservar nuestra independencia por encima de otras muchas consideraciones, el tener un hábito poco saludable que nos obliga a “hacer cosas raras” es una lacra. Yo me he sentido absolutamente boba (y más cosas que suenan peor) bajo una marquesina, sola, un día de lluvia apurando un cigarro, pasando frío, abandonando una divertida reunión por salir a fumar, saliendo de la sala refrigerada al calor de la puerta para echar un cigarrito, y diciendo “¡anda morena, que ya te vale!” (sí, yo me llamo morena a mi misma). Estoy segura que todos los fumadores habéis sentido eso en algún momento . . . terminamos por fumar, incluso, cuando no nos apetece, “porque luego cuando me apetezca a lo mejor no puedo” y somos capaces de aguantar un montón de horas sin fumar cuando las circunstancias nos obligan, viajes largos, hospitales, estancias en lugares apetecibles donde no se puede fumar.

El refuerzo personal. Me he dejado este argumento para el último, pero no porque sea el menos importante, si no por lo que representa como mensaje final. Cuando nos asomamos al precipicio que supone dejar de fumar (todos lo hemos hecho aunque sea durante 1 minuto) nos da vértigo, seguro que reconocéis alguno de estos argumentos, todos hemos usado alguno, y hemos oído los demás:  
  • “si es que yo no lo quiero dejar, porque a mí, fumar me sienta muy bien”,
  • “no me hace daño, yo, ni toso por las mañanas . . .”
  • “qué necesidad tengo de pasarlo mal, porque dejarlo implica sufrir y qué necesidad tengo”
  • “me va a generar ansiedad y yo combato mal la ansiedad”
  • “no tengo dependencia, fumo por puro placer”
  • “yo lo dejo cuando quiera”. Y otros mil más.
Pues bien, el argumento definitivo es exactamente éste: 

“Lo dejo porque quiero y porque puedo” 


Y una vez embarcado en el proyecto te das cuenta que no es tan difícil, que no lo pasas tan mal como te temías, que con eso también puedes (como con tantas otras cosas) y eso al final se traduce en seguridad, autoconfianza y en que sigas sintiendo que tu vida te pertenece y que eres tú quien la gobierna, y en pensar: “Si con esto, que lo veía tan complicado, he podido ¿por qué no voy a poder con . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ?” (rellenar la línea de puntos con retos propios).

Sólo dos cositas más:

Una.- Hay quien prefiere dejarlo “a pelo” y quien como yo, prefiere sentirse acompañado en el proceso (ya hacemos demasiadas cosas solos en la vida). Yo, tomé pastillas, no voy a hacerles publicidad aquí, que las pagué de mi bolsillo, me las recomendó mi médico de familia. Pero hay alternativas para todos los gustos, creencias, apetencias e incluso bolsillos, porque con lo que nos ahorramos en tabaco se autofinancian en tiempo record: pastillas, parches, acupuntura, terapias, hipnosis, etc. Elegid cuándo, cómo, vuestro propio porqué y adelante. 

Dos.- No todos los objetivos se consiguen a la primera, yo lo dejé en el segundo intento, no te crucifiques tú solo/a, que no lo hayas conseguido una vez, no quiere decir que no lo consigas a la siguiente. Date otra oportunidad, si se las das a otras personas ¿por qué no te la vas a dar a ti mismo/a?


Y si te ayudan en algo mis palabras, cuéntamelo, me hará tremendamente feliz saber que te he ayudado, es lo gratificante de compartir, sobre todo las buenas experiencias, y dejar de fumar es una de las mejores.


sábado, 6 de abril de 2013

Sobre creencias (foto by David Oliete)

Colaborar, compartir, crear, crecer . . . 


En contra de lo que muchos podáis pensar soy una persona de creencias muy arraigadas, pero mis creencias no son religiosas, ni esotéricas, ni metafísicas, sencillamente: 

CREO EN LAS PERSONAS

Es cierto que hay circunstancias y momentos que me lo ponen muy difícil , pero aún así no pierdo la fé. 

Creo en las personas, en el esfuerzo compartido, en los proyectos conjuntos, en la colaboración.

Creo que juntos, podemos crear cosas que solos no podríamos ni imaginar. 

Creo que trabajar con otros nos hace crecer. Que las mezclas culturales, raciales, o de cualquier otra índole nos enriquecen a todos. 

Lo tengo claro, pero hoy viendo unas fotos me he dado cuenta de que una de las representaciones más plásticas, y más hermosas de estas creencias, son los "castells"


Esta fantástica foto es de David Oliete, y si queréis disfrutar de otras muchas, igual de emocionantes y hermosas, podéis utilizar el siguiente enlace:



miércoles, 3 de abril de 2013

LLegar a menos 5

Los clientes de "-5" me caen mal, y los viernes incluso los de "-10". 



Un montón de horas abiertos, un montón de tiempo esperando,  dedicándonos a atender a unos y otros, a escuchar, a explicar, a solucionar, a resolver, a atender, a servir, a despachar, a cobrar . . .
Cuando va faltando poco para el cierre, vamos pensando: "ya recojo, cierro, apago el ordenador, hago caja, limpio el mostrador o cada cual lo que tenga que hacer antes de terminar y salir de trabajar, y entonces, a menos cinco . . .

  • llega el cliente que no sabe si está en el sitio correcto, porque realmente no sabe lo que quiere, y mucho menos explicarlo.
  • llega el cliente que dice haber recibido una carta que no termina de encontrar en su abultada y desordenada carpeta (que ha tenido toda la mañana para organizar).
  • llega el cliente que afirma que el "turnomatic" o aplicación similar se "ha saltado su número" (así, caprichosamente).
  • llega el cliente que viene a presentar un papel que no ha rellenado, y que por supuesto no trae boli, ni gafas, ni DNI, ni la autorización de su familiar.
  • llega el cliente que no sabe si quiere cuarto kilo de jamón serrano en lonchas, "o no, mejor, ponme medio kilo de lacón en tapitas y un poquito de york en lonchas muy finitas, y . . . no sé, si llevarme un poco de queso o chicharrones, ¿qué tal sale el chorizo cular?".
  • llega el cliente que quiere un café cuando estás a punto de apagar la cafetera, "bueno, no, mejor un té, o si no ¿tienes coca-cola light sin cafeina del tiempo?".
  • llega el cliente que quiere un disco, "de ese chico si, ese que canta eso de . . . tarará , tarará y que sale en un anuncio de la tele, si hombre, como no lo vas a saber, la canción esa que se llama . . . cachis,  que dice baby . . . y tocan la guitarra . . .".
  • llega el cliente que quiere el último libro del autor "ese de las gafas, el que se murió hace un par de años o cinco como mucho, algo de un pájaro . . ."
  • llega una madre que sólo quiere hablar contigo 5 minutos mientras te pones el abrigo, y te cuenta la vida y milagros de su tatarabuelo.
  • llega un cliente, que necesita un pantalón pero no se acuerda de su talla, no tiene claro si lo quiere de vestir o vaquero, y sólo sabe que no lo quiere verde, y no sabe si combinarlo con una chaqueta de cuadros o de rayas, "aunque a lo mejor me venía mejor una de punto lisa . . . sácame una de cada".


Estoy segura que todos los que atendéis público en vuestro trabajo sabéis perfectamente de que tipo de cliente estoy hablando, ese que a mitad de la jornada toleras con resignación, y lo sobrellevas, pero cuando ves como la aguja grande de tu reloj  se aproxima libidinosamente al 12 (o equivalente) no te gusta NADA, NADA, y si es viernes, directamente le odiarías, si no fuera porque es viernes y estás a punto de marcharte, y no es momento de odiar a nadie.

Pero si sólo algunos atendemos público en nuestro trabajo, absolutamente TODOS somos clientes en algún momento, así que procuremos no ser "clientes de menos cinco". 

Y sí. He pensado en vosotros cuando lo he escrito, así podéis decir algo al respecto  y/o ampliar en los comentarios.

(Todo ello es extrapolable a y 25 si acabas a y 30, a los lunes si libras los martes, o cualquier otra variante que determinen tus condiciones de trabajo)

lunes, 1 de abril de 2013

Los favores

Los favores hay que agradecerlos en la medida de lo que valen . . . no por lo que le cuestan a quien los hace . . .


Todos, a lo largo de nuestra vida necesitamos el auxilio o colaboración de alguien. Es el momento de pedir un favor . . . 



Para algunos es realmente complicado, otros lo hacen con naturalidad y frescura (a veces, hasta excesiva), pero con mayor o menor frecuencia, todos hemos de llamar a alguna puerta.

La diferencia entre unos y otros empieza en la elección. 

Procuramos escoger a aquellos de nuestro entorno, que están en mejor disposición o situación para poder ayudarnos, pero en esto, como en todo, no todos somos igual de selectivos. 

Procuramos "dar la menor guerra posible" (me encanta esta expresión, por lo mucho que la pienso), aunque siempre hay quien "no se corta un pelo".

Procuramos hacer patente nuestro agradecimiento, en mayor o menor medida . . . (y no se trata de hacerle la ola a nadie)

Pero lo que no siempre procuramos, o al menos no siempre conseguimos, es valorar adecuadamente lo que han hecho por nosotros. Tendemos a valorar el favor recibido por lo que le ha costado hacerlo al "prestador" y no por lo que le ha solucionado al "recibidor": 







  • ¿Cuánto vale que alguien te acompañe a recibir esa noticia que no quieres recibir solo?
  • ¿Cuánto vale que alguien te ayude a tomar esa decisión que te resulta tan difícil?
  • ¿Cuánto vale que alguien te acompañe en un momento de incertidumbre? 
  • ¿Cuánto vale la compañía en una sala de espera?
  • ¿Cuánto vale que alguien te escolte a algún lugar solitario dónde tienes que ir inexcusablemente?
  • ¿Cuánto vale que alguien te ayude con esos papeleos tan antipáticos que tienes que hacer?
  • ¿Cuánto vale que alguien te resuelva un aburrido trámite burocrático?
  • ¿Cuánto vale que alguien te solucione ese pequeño embrollo informático en el que te has metido?
  • ¿Cuánto vale que alguien te eche una mano con esas instrucciones que no has acabado de leer?

Podría ampliar hasta el infinito y más allá esta relación, pero prefiero dejar la lista abierta, y que cada cual la complete, reflexionando sobre el valor verdadero de los favores, tanto de los que recibimos, como de los que hacemos.

Y al final, recurrir al sabio refranero español: 


"Es de bien nacidos, ser agradecidos"