jueves, 18 de abril de 2019

Porque la vida se nutre de vida

Primavera, al fin . . .


Dice Fito en una de sus canciones "Sé que tengo que olvidar este frío mes de enero, luego volveré a brillar de nuevo". Yo siempre lo he sentido así, aunque para mí, enero no es sólo un mes, es prácticamente una estación.

Este invierno ha sido especialmente complicado, muchos cambios en mi vida,  muchas tareas, algunos conflictos latentes, problemillas de salud, un poco de todo, los cambios laborales que me han supuesto un desafío, el vértigo de no estar a la altura, el sentimiento de "no controlar" mi trabajo, la fatiga de aprender tantas cosas nuevas en tan poco tiempo, en fin, que aunque mi trabajo sea seguro, no os creáis que está libre de presiones, máxime si tu peor jefe eres tú mismo y te gusta tenerlo todo ordenado y bajo control, el mirar al caos de frente me altera, aunque nunca he sido cobarde. Pero ya pasó. 

He sobrevivido a otro invierno más, en el que además, no me he sentido tan respaldada como en otros momentos de mi vida, me he embutido varios "marrones" de envergadura entre pecho y espalda y pocos sabéis de ellos. Pero ya pasó.

Además, a pesar de mi precariedad, he invertido energías en intentar mantener el contacto y la cercanía, con personas a las que quiero, y con las que he tenido mucha relación, ruido de grillos . . . Pero ya pasó.

He tenido que renunciar a proyectos personales, porque no me daba ni la vida, ni la cabeza, ni el corazón, así que he tenido que dejar lo de estudiar catalán para más adelante, y solicitar mi baja en el curso. Por la misma razón llevo varios meses sin leer. Pero ya pasó.

He pasado muchas semanas lejos de mis paseos, del patio de mi casa, de mis gaviotas y mis ánades, de mi maravilloso río naturalizado. Pero ya pasó, con o sin lluvia vuelvo a ti.


He pasado una época de sequía fotográfica que incluso me ha mantenido alejada de mi flamante cámara nueva, a excepción de mi viaje a Cabo Verde en el que mi vida se centró en estrujar mi Nikon, los paseos por la playa, las relaciones sociales con los caboverdianos, todo un placer, un absoluto oasis de 11 días,  en mi desierto  invernal. Pero ya pasó.

A veces cuesta trabajo saber cual es el camino a seguir
Lo bueno de todo esto, es que ya pasó, hace aproximadamente dos semanas que se acabó mi invierno, he recuperado el parque, los paseos, las fotos, los proyectos, las relaciones con las personas que desean formar parte de mi vida, he compartido cine, teatro, algunas cenas, incluso copas nocturnas, horas de conversación con gente muy querida a la que añoraba muuucho. 

He mantenido largas conversaciones en las que me he reafirmado en que soy una persona generosa, a la que le gusta mucho compartir, que me hace extremadamente feliz poder ayudar o agasajar a los que quiero, dedicar mi tiempo a facilitarle la vida a los míos, en lo que pueda, en lo que sepa, en lo que esté a mi alcance, sea cocinando, cosiendo, haciendo papeleos, hablando, escuchando, riendo, y a veces hasta llorando, cuando eso es lo que toca, aunque procuro que eso sea sólo un desliz . . . Y eso no se pasó y espero que no se pase nunca. 

Así que empecé con música, y con música acabo, una de mis bandas sonoras, especialmente en estos últimos días, ahora mismo, en mis oídos: Amaral.

"Quiero regresar a este lugar donde el tiempo aún me pertenece [...] Quiero que mi espíritu inmortal vuelva a la vida cada nuevo día [...] Quiero tener 500 vidas".

Siempre hay luz al final del túnel

Y de momento, esta noche empezaré un libro nuevo . . . ¡He vuelto!


sábado, 13 de abril de 2019

Brunette 4 de . . .

Sin gafas, por favor: de besos y otros placeres 


Hace unos días tuve una conversación de esas muy intensas e íntimas con mi amiga Marian, sobre el mar, los placeres y las gafas, y le dije:


- ¿Por qué no escribes eso en el blog? 

- Me da pudor
- ¿Estás boba?
- Puede . . .
- Déjame que lo escriba yo
- Vale, pero no te pases
- Bueeeeeno, lo intentaré.

En fin que lo he escrito para que lo publique el día 13 de abril, Día Internacional del Beso, una ocasión estupenda para hablar de placeres, y de cosas que se hacen sin gafas. 


Últimamente he reflexionado mucho con las gafas en la mano, mis gafas son una extensión de mi, y me permiten disfrutar de muchas cosas que me encantan: leer, escribir, cocinar, observar aves, hacer fotos, en fin, muchas de las cosas agradables que hago en mi vida, exigen de su colaboración, pero no todas.

Paseando por la playa, descalza, con poca ropa, sintiendo el sol en mi piel, el viento en la cara, y en mi pelo, el sonido del mar en mis oídos y esas olas desvergonzadas que no siempre se conforman con mojarte los pies y suben descaradas por tus piernas, a saber con qué libidinosas intenciones. 

En fin, en ese momento, con las gafas en la mano, me doy cuenta de que cada día tengo más asociado el gesto de quitarme las gafas con el placer, placeres privados, a veces sola y a veces acompañada pero siempre con personas muy escogidas. 

Me quito las gafas para ducharme, me las quito para dormir, para tomar el sol, para bañarme en el mar, o en la piscina, para que me laven la cabeza en la peluquería. Para, sentada en un banco, dejar que el sol primaveral penetre mis párpados cerrados, siempre con la barbilla levantada, para escuchar música en ocasiones, en fin, todo muy placentero . . . 


Y por supuesto, siempre reposan en un mueble auxiliar,  junto con mis pendientes y mi colgante,  en esas ocasiones en que al sol o a la sombra, con o sin música, con o sin agua, con los ojos abiertos o momentáneamente cerrados, mis sentidos al completo y yo, nos dedicamos a disfrutar, sin más . . . y todo ello, siempre empieza por un buen beso.
BeSOS, 
Brunette

(Las fotos de MarianDiazRAM, como siempre)