lunes, 20 de abril de 2020

A veces los libros te llegan cuando estás preparado

Los Hijos de la Tierra


Era el verano de 1998, yo estaba embarcada en la que era mi vida familiar entonces, casada, con dos hijos de 8 y 5 años, mi trabajo, mi casa, sus actividades extraescolares, en fin, nada que no conozcáis sobradamente todos los que habéis tenido hijos. Así que no os sorprenderá que tuviera problemas para encontrar tiempos y espacios en los que disfrutar de la que ha sido una de mis grandes aficiones toda la vida: leer.

Alguien de entonces, Rafa, gran lector y comprador compulsivo de libros, me prestó "El Clan del Oso Cavernario" de Jean Marie Auel, el primero de lo que entonces era una tetralogía: "Los Hijos de la Tierra", 

No voy a hacer una crítica literaria de la obra, como todas las obras artísticas de cualquier género, tendrá defensores y detractores, tampoco voy a deciros que fue un punto de inflexión en mi vida, ni nada exagerado, pero lo que puedo afirmar sin ningún pudor es que me enganchó, me enganchó mucho, 

Llegó en un momento de mi vida en el que quizás me sentía un poco Ayla, me sigue pasando, esa sensación de que no encajas del todo en ninguna parte, a veces por defecto y a veces por exceso, me ha acompañado toda mi vida, con distintas intensidades.

En fin, que leí el primero, y el segundo, y el tercero y el cuarto sin tregua ni descanso, para el quinto tuve que esperar algunos años, porque aún no existía, y ya no fue lo mismo. 

Aprendí mucho, de prehistoria, porque aunque sea novelado, siempre hay una base de realidad. Sobre cocina, sobre medicina tradicional, sobre cazas y animales, sobre la vida en las cavernas. Me recuerdo perfectamente leyendo a la luz de una farola en un camping de Setubal (Portugal), cuando mi familia dormía en la tienda de campaña, sentada en un bloque de cemento, del que me levantaba con el trasero insensible, porque era sólo un poquito más, unas páginas más, un capítulo más . . . 

Pero si tengo que elegir con que me quedo de todo ello, hay varias cositas imprescindibles:

Primera enseñanza: Mi libro favorito es el 2 "El Valle de los Caballos". Se me llevaban los demonios viendo los desencuentros y malentendidos entre Ayla y Jondalar por la falta de comunicación, por no contarse como se estaban sintiendo, por disfrazarlo de desinterés. Me irrita la capacidad que tenemos los seres humanos de generar malentendidos por no hablar clarito. 
Moraleja: "No me digas nunca habérmelo dicho".

Segunda enseñanza: Las mujeres siempre se han apoyado en una suerte de vida comunal, desde las cavernas, ellas se encargaban de la agricultura que era la base de la alimentación de la tribu, con un poco de suerte complementada con los frutos de la caza que los hombres conseguían (o no) traer. La que estaba enferma o débil se quedaba en la cueva cuidando el fuego y los hijos de todas, tarea que más tarde o temprano todas realizaban. En el orden social de las cavernas la jerarquía era algo masculino, la cooperación era la aportación femenina,  el hoy por ti, y mañana por mi, lo llevamos en nuestra herencia genética.
Moraleja: Mi proyecto MUJERES.

Tercera enseñanza: El lenguaje es la base de las sociedades, no sólo el lenguaje oral. El lenguaje gestual de los Neandertales era rico y profuso en matices, me encantó aquello que decía Ayla cuando volvió a vivir con los Cromañones y aprendió su lenguaje que la sorprendía que sólo existiera una palabra para definir el color "Verde", cuando hay un abanico tan inmenso de verdes en la naturaleza. Así lo sentí yo las primeras veces que viajé a América del sur, que la palabra "Verde" es extremadamente limitada para describir una realidad tan amplia. 
Moraleja: Muchas de mis fotos, muchos de mis escritos, todo lo que creo, y todo en lo que creo.

Cuarta enseñanza: Que el mundo está ahí para sorprenderte. Estos días he oído/leído a mucha gente comentar asombrada, sobre el canto de los pájaros en las ciudades ¿Será que cantan más?  o ¿Simplemente que hay menos ruidos que tapan su canto? o ¿Qué nosotros tenemos más tiempo y capacidad para escucharlos? Pues un poco de todo. Si dejamos a nuestros sentidos que hagan su trabajo, el mundo nos sorprenderá por sus colores, por sus matices, por sus aromas. Pues lo mismo le ocurre a nuestro corazón, que si le dotamos de la suficiente permeabilidad, nos permitirá disfrutar de esos libros que llegan para quedarse, porque te tocan el alma.
Moraleja: Ver una planta verde hoy en mi camino, me permite recuperar un montón de sensaciones gratas, recordando las horas que disfruté sumergida en estos libros. 


No sólo hay que estar en el lugar indicado, en el momento justo, es imprescindible estar con la disposición adecuada.


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