sábado, 28 de mayo de 2016

Realidad o ficción

Triste realidad


Hace unos días, junto a unos amigos, participé en el Maratón Fotográfico Nacional de FNAC. Este año el tema era un tanto impreciso "Realidad o Ficción" lo llamaron y sobre eso teníamos que hacer y presentar una foto. Esta fue la mía:


Tenía asumido que no iba a ser una foto ganadora, por lo que pensé desde el principio en dedicarle una entrada del blog en cuanto anunciaran los resultados del concurso, cosa que han hecho esta semana.

Lo que no pensaba era que iba a terminar escribiendo desde el dolor que me producen las últimas noticias sobre violaciones y el escarnio público de compartirlas en redes sociales, en esta ocasión ha sido en Brasil, pero todos sabemos que es el pan nuestro de cada día, en muchos lugares del mundo. No hace falta ni tirar de hemeroteca, India, Brasil, Siria, campamentos de refugiados, etc. 

Hay muchos lugares en el mundo donde la vida no es fácil para nadie, pero en los que ser mujer es una dificultad añadida, por no decir abiertamente, una putada. Que alguien se sienta con poder suficiente como para disponer de tu cuerpo, de tu dignidad, de tu vida, es horrible, y nos hace preguntarnos de donde coño han salido esas malas bestias, porque sí, han salido de un coño, uno como ese del que ahora abusan, hieren, y atormentan. 

Pero además de estos desalmados e indignos violadores (el que sea estupro es sólo la guinda del pastel), las víctimas tienen que someterse al juicio público cuando oyes comentarios del tipo: se lo habrá buscado, a saber donde estaba, eso les pasa por vestirse así, etc. Y eso, lo mismo lo dice un juez, que lo lees en prensa y por supuesto lo oyes en la calle en boca de hombres e incomprensiblemente en boca de mujeres también.

Así que es el momento de preguntarse hasta cuando las mujeres vamos a vivir maniatadas, esposadas, encadenadas por sociedades feudales donde aún se practica el derecho de pernada, donde somos botín de guerra, donde se viola, se mata, se somete y se aliena a mujeres que quieren tener una vida diferente de la que su entorno entiende como natural.

 Ya está bien de que nos anatemicen por sacar los pies del tiesto. Ya sé que yo, una mujer blanca, educada, libre, económicamente independiente y que vive en una sociedad occidental soy una privilegiada, la menos indicada para quejarme. Pero no, me puedo quejar y de hecho lo hago porque todavía hay mucho que arreglar en esta sociedad en la que vivo, y desde luego mucho más en otras, y porque puedo, quiero y tengo voz para gritar y para llorar por aquellas que lo tienen que hacer en silencio y a escondidas si no quieren que su vida empeore aún más. Es una obligación moral denunciar la barbarie. 

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