sábado, 20 de junio de 2020

¡Bienvenido verano!

Hoy tocan "fines". 

Hoy tocan "principios"


En este fin de semana se acaban muchas cosas: la primavera, el confinamiento, el estado de alarma. Por esa misma razón empiezan otras nuevas: el verano, la nueva normalidad, nuestra readaptación a una vida más normalizada cada día, aunque cuidadosa. 

La desescalada es una cosa muy personal, igual que lo ha sido el confinamiento, cada uno lo hemos vivido como hemos podido, sabido, o nos han dejado, a fin de cuentas era una experiencia novedosa para todos.

Cuando todo esto empezó, yo era de las que albergaba esperanzas de que una realidad tan diferente nos removería algo en el interior y nos haría mirar el mundo de otra manera. Me equivoqué.

Yo empecé el confinamiento un poco antes que el resto y un poco más dolorida, pues me fracturé el húmero el 3 de marzo, así que, a mi me pilló en casa, tomando analgésicos y con el brazo izquierdo inmovilizado con un cabestrillo, sin poder conducir, ni hacer acopio de papel higiénico ni de nada. Son anécdotas que sólo he visto en chistes y memes en mi inseparable teléfono, que ha vivido conmigo todo esto, proporcionándome información, comunicación con el mundo, charlas interminables con amigo/as, y todo a cambio de casi nada, tenerle enchufadito cada dos por tres.

Luego empecé a mejorar y a ir dejando parte de la analgesia, hasta que mi traumatólogo, por teléfono, tras ver la radiografía, me indicó que debería empezar a mover el brazo poco a poco. Así que a partir del 23 de marzo empecé a mover mi hombro lentamente, con cuidado, pero con firmeza. Afortunadamente no era mi primera vez, y algo de idea tenía.

Fui mejorando cada semana un poco más, hasta que el 5 de mayo, tras radiografía, telefónicamente de nuevo, me dieron permiso para conducir e ir probando mi resistencia a horas de ordenador para poder incorporarme al trabajo, al teletrabajo en realidad, cosa que hice el 11 de mayo.

Durante el confinamiento he sentido envidia de todos aquellos que tenían un patio, un jardín o incluso una terraza, pero decidí disfrutar de mis rayitos de sol en la cocina mientras desayunaba, o en la tarde en mi dormitorio, soy afortunada, mi casa da a dos calles, y yo necesito el sol, casi tanto como el agua. Así que en las tardes, antes de los aplausos de las 20:00 me ponía a hacer mis 25-30 minutos de ejercicios, con música, la de esos CD's que no escuchaba desde hacía años, y luego una ducha caliente, y hielo después. Una rutina pesada y dolorosa, pero que me ha permitido recuperar un 85-90% de movilidad y un 75-80% de fuerza. Aún me falta un poco y sé que necesitaré ayuda profesional, pero por el momento no es factible, aún.

Pero volviendo al principio, a lo de mi inusitado optimismo con respecto a los cambios que presagiaba en el personal, decía que me equivoqué.  Hace semanas que he desconectado de grupos, personas, publicaciones, porque no soporto lo que esparcen, ya sé que es triste, que cada uno exporta lo que tiene en su interior, pero cuando todo lo que sale por su boca, o por sus dedos, son quejas, críticas, lamentos, no lo soporto. 

Esto no lo queríamos nadie. Nadie estaba preparado para afrontar una pandemia. Nadie tiene una receta infalible para adivinar la evolución de los acontecimientos. 

Siempre me han dicho que los seres humanos, somos animales racionales. La "inteligencia" de los seres humanos se hace patente en su capacidad de adaptación, de supervivencia, y la humanidad se debería hacer patente en la empatía, en pensar en los que están peor que tú e intentar ayudar.  Yo al menos lo entiendo así. Por eso he dedicado parte de mi tiempo a contactar con personas de mi entorno, que he pensado que podían sentirse solas, durante el confinamiento, con la limitación de mi lesión poco más podía hacer para ayudar.

De la misma manera yo he sido objeto de la atención de otras personas que han sentido algo similar hacia mi. Hay quien me cuida y me llama casi cada día, desde hace semanas, quien me pregunta de vez en cuando por mi hombro, por mi vida. También hay otras personas en silencio constante que siempre están al otro lado del hilo, es sólo llamar, aunque ellas/os no lo hagan. E incluso hay personas con las que he afianzado mucho más incipientes relaciones, y que estoy encantada de que estén. 

Pero también hay otras personas que han dado un paso más hacia el destierro, destierros que se venían fraguando hace tiempo, y que todo esto sólo ha servido para poner de manifiesto algo que ya sabía, que no quieren formar parte de mi vida, en calidad de nada. 


Por eso, este viento que se lleva la primavera y empuja el verano hacia nosotros habrá de servir para remover todas las hojas de nuestro jardín y aquellas cuyo pedúnculo sea frágil, caerán y serán arrastradas, mientras que las que se agarran firmemente al tallo seguirán creciendo y construyendo la estructura caprichosa de nuestra amistad, como la hiedra. 


Lovaina  - Bélgica





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